¿Publicación tradicional o
autopublicación?
Esta es una de las típicas
preguntas que me han hecho durante los últimos años. Lo han hecho autores que
están empezando, periodistas e incluso algún editor. Precisamente, hace unas
semanas, hablando con una persona que se mueve muy bien por los mundos
literarios, me decía que le chocaba que algunos autores desechasen de entrada presentar sus
obras a una agencia o a una editorial. Hace pocos años, la autopublicación era
la opción del "rechazado", de los autores faltos de calidad o de
aquellos que simplemente querían escribir un libro como proyecto vital.
Las plataformas digitales han
dado un puñetazo en la mesa y la autopublicación se ha convertido en una opción,
no en la opción B. Poner a la venta nuestras creaciones en plataformas
digitales es relativamente económico, tenemos multitud de herramientas en la
red para construir una portada, maquetarla y dejarla con un acabado
profesional.
Inconvenientes, sí, a todos nos
gusta tener una edición en papel y si apostamos por hacerla, lo más probable es
que su distribución sea prácticamente nula. Además, muchos lectores tienen
interiorizado el estigma de "fracasado" cuando a sus manos les llega
un ejemplar autopublicado. Las grandes librerías, los centros comerciales y las
gasolineras no tendrán libros de autores "indies", pero debemos
entender que ese espacio está reservado para la élite editorial.
Ventajas, sí, unas cuantas.
Nosotros fijamos el precio, gestionamos nuestras ventas y no tenemos que
repartir nuestros ingresos con ningún intermediario.
Un autopublicado difícilmente
será un bestseller, aunque si me permitís abrir el tarro de mis vanidades, yo
lo he sido y muchos otros autores también han saboreado las mieles de un
superventas.
Es curioso, porque fue
precisamente esa persona que antes refería, la que me confesó que la vida
editorial de un libro es de unos tres meses. Seis o siete a mucho estirar. Y es
que un bestseller estará un mes en un lugar destacado de la librería y tres o
cuatro meses en una estantería ordenada alfabéticamente. Luego perderá fuelle,
el librero tendrá un par de ejemplares en stock y al cabo de un año estará
descatalogado.
Una de las ventajas de la
autopublicación es que el autor, dueño y señor de su proyecto, mantendrá para
siempre la llama encendida, porque es suya y tiene el mechero. Luchará por su
obra y hará lo posible para que sea visible en las plataformas digitales el máximo
tiempo posible.
Ese interés en eternizar la obra,
que solo el autor procurará, provoca que los libros -hayan sido o no bestsellers-
se conviertan en "longsellers".
Parece mentira, pero La herencia
de Jerusalén, mi primera novela, se puso a la venta en Amazon hace ahora cuatro
años. En los dos primeros, más de 15000 lectores disfrutaron de las aventuras
del profesor Malluck y su trupe. La novela fue un bestseller durante ese tiempo,
algo que no hubiese sucedido si hubiese salido a la venta, de entrada, con una
editorial tradicional.
Pero han trascurrido otros dos
años. Lógicamente, no compran la novela siete mil lectores al año, pero sí que
se continúa vendiendo. Cada mes hay medio centenar de descargas y la vaca sigue
dando leche, aunque tenga la ubre vieja.
Echo la vista atrás y no cambiaría
por nada del mundo ese año y medio en que vendía a destajo, pero no sabéis la
ilusión que me hace que la novela se haya convertido en un longseller.
Hasta otro ratito.
Cuánta razón tienes, Josep. La vida "útil" de un libro en las librerías es corta a menos que sea una novela extraordinaria o que tenga una suerte extraordinaria y se convierta en bestseller en librerías. Lo único positivo de una buena editorial es la distribución en papel, el nombre del autor se va haciendo familiar y por ahora, al menos en España, donde más libros se venden es en las tiendas físicas.
ResponderEliminarGracias por pasarte Blanca. Tú eres un claro ejemplo de la longevidad de tus obras. Muchos éxitos!
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