jueves, 9 de junio de 2016

LA PORTADA COMO ELEMENTO IDENTIFICATIVO


Creo a ciencia cierta, y así lo he manifestado en algún post antiguo, que una buena portada es sinónimo de éxito. Una imagen sugerente, un tipo de letra distinto e identificable o, incluso el color de los elementos que la conforman forma parte del marqueting editorial moderno. Es evidente, que una portada no lo es todo; fundamentalmente, porque lo realmente interesante es el argumento que se encontrará uno en su interior. Pero a nadie escapa que hoy en día, donde es tan importante la inmediatez, las sensaciones a primera vista son fundamentales y hay que saber captar al consumidor.

Permitidme que haga un símil con un fabricante de caramelos. Supongamos que elabora los mejores caramelos del mundo; dulces, sabrosos y que no se pegan a los dientes. Resultan deliciosos porque tienen algo único, un sabor diferente. Pero claro, serán riquísimos, pero si el envoltorio es feo y poco sugerente no llamará la atención de nadie.

Sirva esta comparación para entender que no todo es una buena obra, sea del género que sea; los lectores potenciales que escogerán un libro en una estantería o en una página web se fijarán también en el envoltorio.



Nadie puede poner en duda la calidad de estos clásicos; no en vano, muchos de ellos habitan indefinidamente en miles de estanterías de nuestros hogares y el tiempo les ha otorgado la etiqueta de grandes clásicos de la historia. Pero mirad sus portadas. ¿Creéis realmente que cualquiera de estos libros se venderían hoy en día?


Cada autor busca repetir los elementos identificativos que hicieron de otros títulos un éxito de ventas. Es principalmente en las sagas donde más identificamos este continuismo en el estilo de sus portadas, pero la tendencia va mucho más allá. Muchos autores ya se identifican por un diseño concreto de sus envoltorios.







La saga Milenium es uno de los más claros ejemplos de esta tendencia, como también lo es Dolores Redondo.





La apuesta de Stephen King va mucho más allá. La misma portada, el mismo elemento central desde diferentes perspectivas y con una sola variante: el color.











Sagas a un lado, cuando me refería a esas características reconocibles que forman parte de la marca personal de un autor, me vienen a la cabeza dos ejemplos. Parecidos en su colorido, en el tipo de letra y en la elección de los títulos, Blue Jeans y Federico Moccia son conocidos ya por este aspecto diferencial que los identifica.





Lo que nos encontraremos en el interior de estos libros será mejor o peor, gustará más o menos, pero eso ya lo juzgaran los lectores después de deshacer el envoltorio.


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