jueves, 21 de septiembre de 2017

EL ADIÓS DE CATALUÑA A ESPAÑA


Tengo la sensación de que la gente que se mueve dentro del mundo cultural o artístico tiene la obligación de significarse continuamente. Ya no solo socialmente, denunciando todo aquello que resulte inadmisible o ruin, también se nos pide que nos manifestemos políticamente y enarbolemos alguna bandera, pese a que eso pueda perjudicarnos en nuestro trabajo. Y hoy he decido mojarme, quizás no por esa “obligación” de significarme, lo haré como ciudadano catalán.

La verdad es que nunca me ha gustado hablar con una bandera detrás, y no por no tener mis convicciones políticas, tampoco por carecer de sentimientos hacia mi país. Muchas veces obedece a la voluntad de no ofender o de no mostrar mis ideas, que son las mías y yo decido con quién las comparto.

Hoy lo haré, explicaré lo que pienso del conflicto Cataluña-España. Me mojaré, sí, pero sin tratar de adoctrinar a nadie, porque cada uno tiene sus propias razones, sus propios ideales y su moralidad. En el fondo será un relato de todo lo que ha sucedido en los últimos años y de cómo hemos llegado hasta aquí.

Había una vez un Parlament que aprobó democráticamente un Estatut en el 2012, que llevaba consigo un paquete de medidas fiscales a mi parecer justas: equipararse a C.C.A.A. como El País Vasco y Navarra, una gestión más efectiva de los impuestos o algo tan sencillo como ahorrarse procedimientos burocráticos.

Desgraciadamente el Gobierno no refrendó la propuesta y ni siquiera se avino a negociar. Coincidió con una época en el que se destaparon casos fragantes de corrupción en el Gobierno. Cada semana salía a la luz una nueva trama, un nuevo fraude, un nuevo robo al dinero de todos.

Y entonces ocurrió en Cataluña. Una sociedad que tenía el independentismo aletargado empezó a decir basta.

Cabe decir que los independentistas de toda la vida, no los que surgieron a partir del 11 de septiembre del 2012, aquellos que lo son desde pequeños porque sus padres lo fueron, lo son por un sentimiento cultural, por ideales o por no identificarse con un país que fue represor de su lengua y de su cultura. Pero la indignación hizo que ese sentimiento se despertara y más de un millón de personas (solo en Barcelona) empezó a pedir la independencia.

¿Y qué ocurrió?

Artur Mas no era santo de mi devoción por aquel entonces, me parecía un títere de Pujol, pero hizo un gesto político que muy poca gente ha valorado. Después de perder dos elecciones consecutivas, incluso teniendo mayoría de votos en una ellas, a la tercera fue la vencida. Tiene mucho mérito que pocos meses después de ser elegido, en lugar de apoltronarse en su sillón, entendiera que era muy significativo que tanta gente reclamase la independencia. Sin nuevo Estatut, sin pacto fiscal y con millón y medio de personas clamando soberanía propia, decide dimitir porque el nuevo escenario se sale de la hoja de ruta de su programa electoral. Entiende que el fenómeno independentista es lo suficientemente significativo como para hacer una consulta. Tiene su lógica preguntarle a la ciudadanía de vez en cuando qué es lo que quiere para adaptar los programas políticos a las exigencias de la sociedad. Y la consulta se declara ilegal y no vinculante, sin diálogos, sin concesiones al pacto político. Y mientras, la gente seguía saliendo a la calle pidiendo independencia. A partir de aquí, con el 9N en el horizonte, por cada rechazo del Gobierno Central, por cada desplante, por cada comentario desafortunado de los medios de comunicación o del ministro de turno, generaron nuevos independentistas. Gente cabreada por no poder opinar libremente. Aparece además un personaje como el ministro Wert que habla de españolizar las aulas. Ese hombre fue una máquina de generar independentismo, os lo puedo asegurar.

Y el Carpe Diem en los medios de comunicación continúa. Las tertulias se llenan de insultos y faltas de respeto hacia los catalanes, la redes sociales se convierten en una guerra de odio. Y Rajoy continúa sin tender una mano al diálogo.

Para mí el resultado de la consulta no es vinculante, pero sí significativa. Y lo mismo pensaron las fuerzas políticas catalanas, que instrumentaron una Elecciones Autonómicas en un plebiscito. No importaba quién tomaba las riendas de Cataluña, era propiamente una consulta legal para saber si era que SÍ o era que NO.

Y lo que son las cosas, guste o no salió que sí y eso significa que una mayoría parlamentaria estaba formada por partidos que tenían que dar a sus votantes lo que pedían. Porque funciona así, ¿verdad? Los gobiernos deben hacer lo que piden sus votantes.

En los últimos dos años, el Govern no ha sabido explicar que implicaba la independencia de Cataluña. Yo sigo sin saber qué pasará con mi jubilación, con mi hipoteca, cuántos impuestos pagaré, en qué se verá afectada mi renta o de qué comeré si me quedo sin trabajo. No lo sé, no me lo han explicado y este es el principal error de la Generalitat.

Eso provoca que muchos catalanes estén a favor de un referéndum de autodeterminación, para poder votar que sí si las convicciones te lo piden o que no, por sentirse también español o gente como yo, que no tiene los elementos necesarios como para firmar un contrato de tal tamaño. Pero quiero votar, queremos votar. Es un tema suficientemente importante, tiene la repercusión necesaria y es necesario en un estado democrático.

Pero claro, las leyes no contemplan un referéndum en los términos planteados si no está refrendado por las dos cámaras. Y el Gobierno sigue sin tender un puente, además permite que el tema se enquiste y se convierta en una guerra España-Cataluña. Sí, las leyes se redactan para cumplirlas y saltárselas es un delito, completamente de acuerdo. Pero las leyes no dejan de ser un instrumento a disposición de la ciudadanía y su vigencia o modificación debe ser flexible a los nuevos tiempos, a los nuevos pensamientos y a las nuevas necesidades de los ciudadanos. Recordemos que hace ochenta años las mujeres no podían votar en este país, la ley lo impedía. ¿Eran esas valientes sufragistas unas delincuentes por querer infringir la ley? La mayoría de los derechos que tenemos hoy se han conseguido saliendo a la calle y pidiéndolo y, en un momento u otro, alguien ha tenido que cambiar una ley para escuchar la demanda de la sociedad. No olvidemos, que los gobiernos son instrumentos de los ciudadanos. Eso es la democracia.

El último año ha sido un despropósito. Mientras el PP se dedicaba a tapar sus trapos sucios, a silenciar escándalos Black, Gurtel, Noos, etc., mientras permitía que Jorge Fernández Díaz y Daniel de Alfonso cometiesen delito de traición y conspiración, En Cataluña todo giraba alrededor de preparar un referéndum. Mientras tanto, Mariano Rajoy continuaba bajo su paraguas viendo como llovía.

Sí, los efectos de un independencia de Cataluña no me convencen, pero tampoco me siento representado por un gobierno corrupto e intransigente que nos roba y que no nos escucha, que permite que se nos insulte en programas de radio y televisión con total impunidad. No acabaría nunca si me pusiese a enumerar las enormidades que han salido de la boca o de la pluma de algunos periodistas. Tras el atentado del Barcelona, fue vergonzoso sentir el desprecio y el odio de la España mediática, no de los ciudadanos españoles, que se solidarizaron y nos mostraron su cariño, su compasión y su ayuda.

Cabe también decir que no me gustó tampoco la instrumentación política que hicieron algunos dirigentes catalanes en la manifestación del atentado. ¿Qué significaban esas esteladas? No era el lugar ni el momento. ¿A qué venían esos pitos al rey? Tampoco tenían sentido ese día.

Y llega el momento de hacer un referéndum ilegal, sí, ilegal, pero totalmente necesario. Ni los unos ni los otros han sabido encontrar un puente de diálogo. El Gobierno ha tirado de tribunales y de sentencias para parar el chaparrón, como siempre. Entienda Sr. Rajoy que ponerse debajo de un paraguas no quiere decir que pare de llover, solo que usted no se moja, pero los demás sí.

Lo de ayer fue un golpe a la democracia. Las detenciones políticas atentan contra las libertades democráticas y de un estado de derecho, las actuaciones de la Guardia Civil buscando urnas, papeletas e informáticos resultó esperpéntica. Ojalá ese despliegue mastodóntico también lo hubiesen hecho para investigar los más de cincuenta casos de corrupción, para destapar entramados criminales o vehículos de información que dinamitan la concordia. ¡Oiga, investíguenlos, que nos han robado en nuestras narices y están todos en la calle luciendo corbatas y cubrebotones dorados!

Llegado a este punto, sigo sin estar convencido de la viabilidad de la independencia, además de tener un simpático afecto con España, a pesar de pertenecer a dos realidades culturales diferentes. No le veo viabilidad, pero prefiero jugármela a partir de la ilusión de la construcción de un nuevo país a pertenecer a otro que me insulta, que me cierra la boca, que no me escucha, que me roba y que detiene a los representantes legítimos del Parlament. No solo quiero votar, va a ser que sí.

6 comentarios:

  1. ...casos de corrupción... lamentables... ¿de los Puyol no hablas? Y que os roban ¿te refieres a la aportación solidaria para otras comunidades autónomas menos prósperas? Igual tendríais q aportar solitos en Europa por los países más pobres...

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    1. Correcto, él, sus hijos y sus secuaces. Pero ellos han sido juzgados y algunos condenados. Pujol Jr., Alavedra, Prenafeta, Millet...
      En cuanto a la solidaridad creo que nedie pone en duda lo que aporta Cataluña a otras comunidades, estamos acostumbrados a ser unos pagafantas.
      Un abrazo.

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  2. Molt cert Josep. Totalment d’acord amb les teves paraules.

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  3. No lo podrias haber expresado mejlr. Estoy absolutamente de acuerdo contigo.
    Pero yo sigo sin capacidad de decision a un "contrato" de la envergadura.
    Intentare ir a votar, si me dejan....pero quizás lo haré en blanco.

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  4. Lo que siento muchísimo es por lo que tendréis que pasar a causa de esto, vosotros y los españoles que viven allí.

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