miércoles, 11 de noviembre de 2015

LA ESPERA QUE NOS DESESPERA



En un mundo donde la inmediatez forma parte de nuestro día a día, cada vez tiene menos cabida la espera y nuestra paciencia puede convertirse fácilmente en desesperación. Estamos acostumbrados a gestionar muchos de nuestros trámites a través de la red, sentados en una silla y acortando los plazos que años antes parecía imposible hacer más cortos, el cine también nos da esa inmediatez que no nos da el libro –aunque estaréis conmigo que siempre será mejor la obra escrita-. O el microondas, con el que podemos preparar una cena en cuatro minutos y sin ensuciar los fogones.

Y es que todo se gestiona más rápido. Con una simple llamada o un solo click. Todo está en nuestras manos en un abrir y cerrar de ojos, de modo que podemos gestionar mejor nuestro tiempo para perderlo en otras fruslerías.

Por este motivo, cuando vamos al médico y nos morimos de asco en una sala de espera mientras aguardamos a que alguien entre en ella y diga nuestro nombre en alto, nuestra paciencia se convierte en desesperación.

Sirva toda este farragoso preámbulo para introducir el tema que quería tratar hoy en este espacio: el proceso editorial y sus esperas.

Efectivamente, uno no puede evitar ponerse las manos a la cabeza cuando le explican que la vida habitual de un libro en una librería es de unos tres meses. Es algo demasiado efímero y cruel para la gran cantidad de esperas que ha tenido que soportar su autor.

Y es que muchos lectores desconocen el largo proceso que implica la elaboración de un libro y la gran cantidad de esperas que su autor se ha encontrado en su camino. Hay que tener en cuenta que antes de empezar a escribir ha habido una fase de documentación y ambientación en la que, dependiendo del grado de necesidad documental, nos impide empezar con la inmediatez que quisiéramos. El proceso de escritura es quizá el periodo más relajante y en el que el autor puede comprobar que todo fluye, todo avanza. El vía crucis empieza al terminarlo.

Ayer una lectora se interesaba por la fecha en la que saldría publicado mi último trabajo –aclaro que terminé de escribirlo y revisarlo hace pocos días-. La cuestión es que le dije la verdad, que esperaba que estuviese listo para el próximo verano. La lectora en cuestión esperaba encontrarme en Sant Jordi firmando la nueva novela, justo premio después de muchos meses de trabajo, pero no, ella deberá esperar mientras el autor deberá desesperar.

Las editoriales necesitan cocinar las obras a fuego lento, con el cariño de la calma, haciendo ese chup-chup de los fogones que hace que la salsa amalgame los sabores de todos sus ingredientes. Mientras, el autor devora sus uñas mientras se pregunta si las editoriales no deberían tener algún microondas a mano.

Desde que el autor entrega su obra hasta que es leída y tiene su correspondiente informe de lectura pueden pasar semanas, incluso meses; un espacio de tiempo en el que el autor debe convivir con sus dudas, con sus miedos y con la guadaña de la incertidumbre sobre su cabeza. Pasado ese mal trago, cuando por fin nuestro editor nos llama y nos habla como si hubiésemos hablado ayer, sin considerar el tiempo que estuvimos esperando noticias suyas, llega otra fase: el editing. Supongamos que el editor nos dice que nuestro trabajo es publicable, que le gusta y que apuestan por él. Llega el momento de recortar, de cambiar, de mover, de enriquecer y de empobrecer, de poner comas donde tú no querrías, de replantearte el título o suprimir el prólogo; ese momento en el que dudas si incluir o no a tu editor en los agradecimientos.

Una vez hechos todos los cambios que el editor te ha sugerido/ordenado, el autor vuelve a entregarle el trabajo y entonces retrocedemos a la fase dos. El editor tiene que volver a leer la novela para comprobar que todos los cambios sugeridos se han aplicado correctamente. De nuevo, el proceso durará semanas y/o meses. Volverán las dudas y el autor se preguntará si después de tantos cambios, la trama sigue siendo sostenible.

Pasado un tiempo, nos llamará el editor, cuando nuestra desesperación ya es mayúscula, y nos dirá que los cambios están bien hechos y envían el material al corrector para acabar de pulir la novela.

Es en este momento cuando el silencio es aún más cruel, parece que todo se detiene y no hay manera de avanzar. La editorial está estudiando la tirada de la edición, la fecha de salida, diseñando la portada y trabajando la sinopsis. Mientras, el autor sigue desesperando.

Cuando ya crees que tu obra será póstuma y nunca llegarás a verla publicada, un día te llaman, y te hablan como si hubieseis hablado por última vez dos días antes. Te explican que la edición está preparada y maquetada y que nos envían las galeradas para que le echemos un último vistazo. Revisas a la velocidad de la luz, para comprobar que todo está correcto y lo envías con la sensación de que el suplicio ya ha terminado. Pero no…

Y entonces la novela va a imprenta, aunque nunca podrías imaginar que se encargaría de hacerlo el mismísimo Gutemberg con una máquina del siglo XV. ¿Por qué tardan tanto en imprimir?


Pero el gran día llega y el editor te dice la fecha de salida que tanto habías estado esperando. Generalmente te la anuncian con un mes o un mes y medio de antelación, tanta, que de nuevo resulta desesperante.

8 comentarios:

  1. Te has dejado el caso en el que ni te llaman para comunicarte que no les interesa... La falta de respuestas, la incertidumbre, la ansiedad... Porque para escuchar ese sí, me interesa, puede ser tras años de intentarlo sin escuchar un veredicto. ¡Buen artículo! :-)

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    1. Pues sí, todo este rollo era dando por supuesto de que ya nos habían dado un sí previo. Lo que tú cuentas da para otro post y de los largos. Gracias por pasar.

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  2. Que bueno, ya me gustaría a mi estar en tu lugar y no en de tu lectora que podrá esperar un poco más.

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    1. Gracias por pasarte, Violeta. En el fondo es una espera dulce, no te lo niego.

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  3. El que dóna sentit a tanta feina i espera són les ganes d'explicar històries, que siguin llegides i que algún lector desconegut gaudeixi de la lectura.

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    1. I tant! La recompensa final mereix qualsevol espera.
      Gràcies per passar.

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