En un mundo donde la inmediatez
forma parte de nuestro día a día, cada vez tiene menos cabida la espera y
nuestra paciencia puede convertirse fácilmente en desesperación. Estamos
acostumbrados a gestionar muchos de nuestros trámites a través de la red,
sentados en una silla y acortando los plazos que años antes parecía imposible
hacer más cortos, el cine también nos da esa inmediatez que no nos da el libro –aunque
estaréis conmigo que siempre será mejor la obra escrita-. O el microondas, con
el que podemos preparar una cena en cuatro minutos y sin ensuciar los fogones.
Y es que todo se gestiona más rápido.
Con una simple llamada o un solo click. Todo está en nuestras manos en un abrir
y cerrar de ojos, de modo que podemos gestionar mejor nuestro tiempo para
perderlo en otras fruslerías.
Por este motivo, cuando vamos al
médico y nos morimos de asco en una sala de espera mientras aguardamos a que
alguien entre en ella y diga nuestro nombre en alto, nuestra paciencia se
convierte en desesperación.
Sirva toda este farragoso preámbulo
para introducir el tema que quería tratar hoy en este espacio: el proceso
editorial y sus esperas.
Efectivamente, uno no puede
evitar ponerse las manos a la cabeza cuando le explican que la vida habitual de
un libro en una librería es de unos tres meses. Es algo demasiado efímero y
cruel para la gran cantidad de esperas que ha tenido que soportar su autor.
Y es que muchos lectores
desconocen el largo proceso que implica la elaboración de un libro y la gran
cantidad de esperas que su autor se ha encontrado en su camino. Hay que tener
en cuenta que antes de empezar a escribir ha habido una fase de documentación y
ambientación en la que, dependiendo del grado de necesidad documental, nos
impide empezar con la inmediatez que quisiéramos. El proceso de escritura es
quizá el periodo más relajante y en el que el autor puede comprobar que todo
fluye, todo avanza. El vía crucis empieza al terminarlo.
Ayer una lectora se interesaba
por la fecha en la que saldría publicado mi último trabajo –aclaro que terminé
de escribirlo y revisarlo hace pocos días-. La cuestión es que le dije la
verdad, que esperaba que estuviese listo para el próximo verano. La lectora en
cuestión esperaba encontrarme en Sant Jordi firmando la nueva novela, justo
premio después de muchos meses de trabajo, pero no, ella deberá esperar
mientras el autor deberá desesperar.
Las editoriales necesitan cocinar
las obras a fuego lento, con el cariño de la calma, haciendo ese chup-chup de
los fogones que hace que la salsa amalgame los sabores de todos sus
ingredientes. Mientras, el autor devora sus uñas mientras se pregunta si las
editoriales no deberían tener algún microondas a mano.
Desde que el autor entrega su
obra hasta que es leída y tiene su correspondiente informe de lectura pueden
pasar semanas, incluso meses; un espacio de tiempo en el que el autor debe
convivir con sus dudas, con sus miedos y con la guadaña de la incertidumbre
sobre su cabeza. Pasado ese mal trago, cuando por fin nuestro editor nos llama
y nos habla como si hubiésemos hablado ayer, sin considerar el tiempo que
estuvimos esperando noticias suyas, llega otra fase: el editing. Supongamos que
el editor nos dice que nuestro trabajo es publicable, que le gusta y que
apuestan por él. Llega el momento de recortar, de cambiar, de mover, de
enriquecer y de empobrecer, de poner comas donde tú no querrías, de
replantearte el título o suprimir el prólogo; ese momento en el que dudas si
incluir o no a tu editor en los agradecimientos.
Una vez hechos todos los cambios
que el editor te ha sugerido/ordenado, el autor vuelve a entregarle el trabajo
y entonces retrocedemos a la fase dos. El editor tiene que volver a leer la
novela para comprobar que todos los cambios sugeridos se han aplicado
correctamente. De nuevo, el proceso durará semanas y/o meses. Volverán las
dudas y el autor se preguntará si después de tantos cambios, la trama sigue
siendo sostenible.
Pasado un tiempo, nos llamará el
editor, cuando nuestra desesperación ya es mayúscula, y nos dirá que los cambios
están bien hechos y envían el material al corrector para acabar de pulir la
novela.
Es en este momento cuando el
silencio es aún más cruel, parece que todo se detiene y no hay manera de
avanzar. La editorial está estudiando la tirada de la edición, la fecha de
salida, diseñando la portada y trabajando la sinopsis. Mientras, el autor sigue
desesperando.
Cuando ya crees que tu obra será
póstuma y nunca llegarás a verla publicada, un día te llaman, y te hablan como
si hubieseis hablado por última vez dos días antes. Te explican que la edición
está preparada y maquetada y que nos envían las galeradas para que le echemos
un último vistazo. Revisas a la velocidad de la luz, para comprobar que todo
está correcto y lo envías con la sensación de que el suplicio ya ha terminado. Pero
no…
Y entonces la novela va a
imprenta, aunque nunca podrías imaginar que se encargaría de hacerlo el mismísimo
Gutemberg con una máquina del siglo XV. ¿Por qué tardan tanto en imprimir?
Pero el gran día llega y el
editor te dice la fecha de salida que tanto habías estado esperando. Generalmente
te la anuncian con un mes o un mes y medio de antelación, tanta, que de nuevo
resulta desesperante.
Lo has contado muy bien
ResponderEliminarGracias, sol!
EliminarTe has dejado el caso en el que ni te llaman para comunicarte que no les interesa... La falta de respuestas, la incertidumbre, la ansiedad... Porque para escuchar ese sí, me interesa, puede ser tras años de intentarlo sin escuchar un veredicto. ¡Buen artículo! :-)
ResponderEliminarPues sí, todo este rollo era dando por supuesto de que ya nos habían dado un sí previo. Lo que tú cuentas da para otro post y de los largos. Gracias por pasar.
EliminarQue bueno, ya me gustaría a mi estar en tu lugar y no en de tu lectora que podrá esperar un poco más.
ResponderEliminarGracias por pasarte, Violeta. En el fondo es una espera dulce, no te lo niego.
EliminarEl que dóna sentit a tanta feina i espera són les ganes d'explicar històries, que siguin llegides i que algún lector desconegut gaudeixi de la lectura.
ResponderEliminarI tant! La recompensa final mereix qualsevol espera.
EliminarGràcies per passar.