Cuando creamos a nuestros
personajes, debemos ser capaces de mostrar a nuestros lectores un perfil bien
definido de cada uno de ellos, sin describir en exceso pero sin olvidarnos de
lo fundamental. Eso es muy fácil de decir, pero complicado de poner a la práctica,
a no ser que puedas sacar algún recurso de la chistera.
Saquemos un conejo: Imaginemos
que tenemos que describir a un asesino en serie, alguien que tuvo una infancia
terrible, con una familia desestructurada, con un padre borracho y una madre
poco afectiva. Una persona que vivió su adolescencia en la calle, rodeado de
malas compañías y en un barrio marginal. Quizá con estos elementos un lector
puede hacerse una idea de los motivos que han motivado que este hombre haya
acabado siendo un asesino, pero podemos aportar más y sin aburrir,
enriqueciendo.
Cuando estudiaba le llamábamos “analepsis”,
pero hoy nos entendemos todos si le llamamos “flashback”.
¿Qué es la analepsis o el flashback?
Es una técnica usada en la
literatura y también en el cine, con la que se hace un salto en el tiempo,
generalmente para ir al pasado, interrumpiendo la cronología de la trama.
¿Por qué usarla?
Recordemos a nuestro asesino en
serie y saquemos ese conejo que hará que los lectores se queden con la boca
abierta. Si queremos que nuestro personaje sea creíble, podemos usar el flashback
para enriquecerlo, buceando en su pasado para mostrar al lector los
desencadenantes que le llevaron a convertirse en alguien sin escrúpulos.
¿Cómo hacerlo?
El recurso más utilizado es el
recuerdo, cuando el propio personaje o algún otro cercano a él reflexiona sobre
su pasado y evoca situaciones que le marcaron de por vida. Aunque también puede
ser el propio narrador el que realice estas regresiones en el tiempo.
Pongamos un ejemplo:
“Al llegar a ese parque, Arthur se detuvo frente a la tienda de
animales, como aquel día de 1984, cuando su madre le compró a Cheip, el pastor
alemán que se convertiría en el mejor compañero de aventuras durante gran parte
de su niñez. Su mirada se oscureció al recordar a su padre, cuando años más
tarde lanzó al animal por la ventana. Cerró sus puños y tensó sus mandíbulas, maldiciendo
una vez más a ese viejo borracho que trastornó su infancia. Hoy en día aún
echaba de menos a Cheip.”
Con esta regresión, en poco más
de cinco líneas, hemos enriquecido a nuestro personaje sin necesidad de narrar
una descripción tediosa y dejamos que sea el lector quien haga su propia
composición de los trastornos de Arthur.
Molt ben explicat, Josep! Clar i concís.
ResponderEliminarGracias por tus consejos de escritura, Josep.
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