Viernes, 6 de junio de 2014. Presentación oficial de “La
herencia de Jerusalén”.
Ayer fue uno de esos días que, pase lo que pase, recordaré
toda mi vida. Es difícil de explicar todo lo que vivimos ayer por la noche en
el magnífico auditorio de Casa del Libro, porque sinceramente, no se me acaba
la lista de adjetivos que la definen. Lo resumiré con uno: “espectacular”.
Cuando hace un par de años visité por primera vez el
auditorio-jardín de Casa del Libro, tuve claro que mi objetivo era presentar
allí mi primera novela. Soy obstinado con mis caprichos, de modo que no paré
hasta conseguirlo. Es un lugar amplio, cálido y precioso; el lugar soñado para
cualquier autor.
Lola Mariné, escritora, actriz, pero sobre todo amiga fue mi
maestra de ceremonias y la encargada de dar el pistoletazo de salida a un
evento que tenía que salir a la perfección. En ese sentido, no me quiero
olvidar de mencionar la excelente organización de Casa del Libro, en la que no
faltó ningún detalle. Antes de que llegase nadie, la sala imponía respeto, no
en vano, ver más de ochenta sillas vacías provocan un poco de vértigo, pero
poco a poco y, a medida que se acercaba la hora, se empezó a llenar; ¡y de qué
manera! Me acompañaron unas cincuenta personas, entre amigos, familiares y
curiosos que decidieron sentarse tras exhibir el booktrailer de la novela.
La presentación transcurrió de manera distendida, con esa
naturalidad que solo se consigue cuando no te ciñes a un guión preestablecido y
donde todo fluye a través de las emociones. Explicamos el largo camino que
lleva recorrido la novela, descubrimos algunos de los secretos que esconde el
libro que El Vaticano quiso destruir y nos echamos unas risas, como debe ser.
Me resultó muy reconfortante poder compartir un día tan especial con compañeros
de letras con los que vivo un día a día paralelo y virtual. Ellos son
compañeros de aventuras, de inquietudes y de mil batallas más. Junto a Lola
Mariné, me acompañó Juanjo Díaz Tubert, Alejandro Cano, Pat Casalà y David
Lucas. También mi familia, como siempre arrimando el hombro y mis hijos y
Clàudia y cómo no, Silvia, mi Primera Dama.
Me hice un hartón de firmar libros, de dar besos, de
estrechar manos y de abrazar a gente que parecía más emocionada que yo. La caja
de la tienda era una fila sin fin de personas con mi libro en las manos y
mientras, los empleados me miraban con cara de alucinados. ¡Cómo mola!
En Casa del Libro nos echaron a escobazos porque esa gente quería
marchar y yo seguía firmando libros sin parar mientras mis sobrinos cantaban canciones
infantiles con los micrófonos. ¿He dicho que mola? Y saliendo de allí, como no
podía ser de otra manera, nos fuimos a celebrarlo, a tomar unas cervecitas que
se convirtieron poco a poco en una improvisada cena y seguir con nuestras
risas.
Qué lindo todo lo que cuentas, Josep!, ya me imagino a toda esa gente tratando de verte personalmente y tú firmando sin parar, qué alegría que un compañero esté cumpliendo sus sueños, una vez más enhorabuena!
ResponderEliminarFue una velada muy agradable y todo salió genial. Nada como estar entre amigos y arropado por la familia para sentirse cómodo y a gusto, se notaba el cariño y el calor del público, algo que no puede extrañar a nadie que conozca a Josep. Uno recoge lo que siembra.
ResponderEliminarMe alegro de que lo disfrutaras, Capi :)