No estoy diciendo nada nuevo si
afirmo que el mundo editorial está cambiando a pasos agigantados y que los
roles de los implicados en la venta de un libro se han ido transformando. Parece
claro que el autor debe saber mostrarse más que hace unos años y que su
actividad en la promoción de sus obras se convierte en un factor innegociable. En
el fondo, el primer interesado en que un libro se venda debería ser el propio
autor y por ese motivo, entiendo que es vital que se encargue de mover algunos
hilos de la marioneta porque, de lo contrario, ya podemos cerrar el teatrillo.
En ese sentido, las editoriales
encuentran en el autor a un aliado perfecto para la promoción de sus títulos. Barato
y comprometido, claro que sí. De hecho, casi todas las editoriales se fijan en
la actividad y el impacto de sus autores en redes sociales y en los medios de
comunicación; e incluso, de manera velada, nos sugieren que tengamos esa
proactividad. De hecho, el autor de hoy en día difiere mucho de aquellos que
incluso se permitían enviar a la mierda a sus lectores. Pero que un autor tenga
buena mano a la hora de venderse no quiere decir que las editoriales no deban
poner en marcha el mismo engranaje con el que han hecho mover sus maquinarias
durante décadas. Aunque la vida de una publicación sea mucho más efímera de lo
deseable, durante esos tres o cuatro meses de gracia, las editoriales deben
luchar por cada uno de sus títulos con independencia de la actividad paralela
que aporte el autor. No todos tendremos la portada de nuestros libros en el
lateral de un autobús, ni en una cuña radiofónica, ni en un anuncio de televisión...
Es de sentido común que las grandes inversiones se hagan con aquellos que sus
ventas tendrán el retorno económico correspondiente, pero para los demás, los
editores deben seguir ofreciendo librerías donde firmar, ferias del libro donde
asistir y eventos literarios que encajen con la temática de cada libro. Es
importante que se establezcan vínculos con clubs de lectura, con bloggeros,
youtubers y con emisoras de radio -por pequeñas que sean-. Y es que los
autores, con independencia de lo poco o mucho que vendamos, necesitamos
sentirnos acompañados en nuestros proyectos. Una manía que tenemos, oiga...
Escribir es una actividad muy
solitaria. Y no me refiero únicamente a teclear delante de un monitor, hay que
acordarse de la fase de documentación, de los momentos de reflexión, de la
composición de la trama o de las tediosas correcciones. Luego nos llega una
etapa de absoluta incomprensión, la que transcurre mientras esperamos noticias
de las editoriales. Son procesos que suelen abarcar meses e incluso años,
pendientes de una llamada o de un correo electrónico que tarda en llegar mucho
más de lo que somos capaces de comprender. Soledad, soledad y más soledad... Y
cuando llega el momento de publicar, uno tiene ganas de dejarse de sentir como
un anacoreta en el desierto y necesitamos que alguien nos acompañe en el final
de la travesía para llegar juntos a ese puerto llamado éxito.
Me niego a creer que el distribuidor
sea un mero transportista, que el agente literario sea un gestor, que la
editorial sea una imprenta y que los libreros sean unos simples tenderos. Todos
los que formamos parte de este maravilloso mundo de locos acabaremos comiendo
de la misma mesa, aunque algunos tengamos que conformarnos con la parte más
pequeña del yantar; y digo yo, que saciar la hambruna de estos tiempos de vacas
flacas es motivo suficiente como para que todos pongamos mucho más de nuestra
parte.
Muy buen escrito, Josep. Las cosas han cambiado y continúan cambiando. Incluso llego a dudar eso de que los viejos rockeros nunca mueren. Pero en el otro lado del abismo siempre quedaremos algunos nostálgicos, aunque reconozco lo opurtuno de se refránque dice: Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.
ResponderEliminar¿Valdrá la pena todo esto? ¿Sólo se trata de vender?
Saludos, Rafael.
Hagamos lo que hagamos, intentemos disfrutar de ese nuevo rol. Cierto es que la palabra "vender" rompe con ese romanticismo que refieres. Digamos "sobrevivir" como el camarón de tu refrán.
EliminarUn abrazo y gracias por pasar.
Recuerdo hace unos cuatro años a un autor independiente que había escrito un libro. Uno solo, pero gracias a su peculiar facilidad de palabra o a su audacia, fue entrevistado por televisoras, revistas, periódicos, radios, etc., en España. Su novela jamás llegó a las listas de Amazon (hablo de un autor independiente, les recuerdo).
ResponderEliminar¿Qué significa esto? Que por más entrevistas, presentaciones, editorial preocupada por alquilar salones de presentación... si el libro que se ofrece al público no cala, es decir, no es del agrado de los lectores, no se leerá. Y no hablo de ventas para no entrar en discusión con Rafael. Pero es que hay libros que ni aunque se pongan gratis terminan de arrancar.
Sé a qué te refieres, Blanca y, de hecho, una de mis novelas ganó un pack de promoción de Amazon y aunque ha gustado a todos los lectores que han expresado su opinión no conseguí venderla. Lo que es evidente es que habrá que darlo todo por cada obra y luego ya veremos si cala o no.
EliminarUn abrazo y gracias por pasar.