La documentación de una novela es
un paso imprescindible previo al proceso de escritura, y no me refiero
exclusivamente a la novela histórica o los thrillers históricos, donde el
proceso es mucho más largo y complejo; toda novela debe estar trabajada con antelación.
Muchas veces, obviamos detalles
que a simple vista no parecen importantes pero que a ojos del lector pueden
resultar decepcionantes. En este post, os relaciono tres aspectos que no
debemos olvidar.
Localizaciones:
Siempre que nos sea posible,
debemos visitar los escenarios que queremos describir, hacer fotografías,
observar los accesos a la zona, el transporte público que llega hasta ese lugar
y el perfil de la gente que transita por allí. Si no podemos visitar ese lugar,
podemos usar material en la red, revistas de viajes, fotografías en webs
especializadas, etc. De este modo, además de dar más credibilidad a la
historia, evitaremos cometer errores.
Vamos a poner un ejemplo. La
historia narra que: Los protagonistas aparcaron su coche frente a la
Biblioteca Nacional a las seis de la tarde, entraron al edificio y subieron
hasta la segunda planta tras preguntar al conserje dónde encontrar el ejemplar
original del Quijote.
Si el escritor hubiese
documentado este punto, sabría que es imposible aparcar delante de la
Biblioteca Nacional, que a las seis de la tarde el edificio está cerrado, que
para acceder al recinto es necesario acreditarse mediante un documento de
identidad y que en la Biblioteca Nacional no está el ejemplar original del
Quijote.
Legislación:
Hay aspectos cotidianos que se
rigen por normativas administrativas o que se regulan bajo unas
especificaciones legislativas que un ciudadano de a pie desconoce. Nunca está
de más, familiarizarse con algunas de ellas para que nuestra historia no se
salte protocolos legales.
Vamos a poner un ejemplo:
Imaginad que explicamos que: la policía encuentra un cadáver en un callejón
a las nueve de la noche. El cuerpo presenta varias heridas de cuchillo en el
abdomen. La historia continúa la mañana siguiente, cuando la familia está en el
cementerio. Los allí presentes comentan que el difunto estaba muy elegante con
el traje que la viuda había elegido. Una de las hijas se lamenta amargamente de
la pérdida de su padre y en un ataque de enajenación rompe el certificado
médico de defunción en mil pedazos.
En esta trama, el autor ha
cometido diversos errores que podría haber evitado. El reglamento de policía
sanitario-mortuoria no permite hacer inhumaciones hasta pasadas 24 horas desde
que se produce la defunción, de modo que el cadáver no podía enterrarse a la
mañana siguiente. Cuando una persona fallece en extrañas circunstancias, se
abre una investigación policial y una investigación judicial. El juez ordenará
la autopsia del cadáver y un equipo forense analizará las causas de la muerte.
Hasta que el juez no tenga el informe policial y los resultados previos de la
autopsia, no permitirá que ninguna funeraria pueda retirar el cuerpo de las
dependencias forenses. Otro detalle que el autor ha pasado por alto refiere al
certificado médico de defunción. Cuando un juez instruye una causa por
asesinato, ningún médico expide un certificado de defunción. El documento
equivalente a ese certificado, será el informe de la autopsia del equipo
forense. Otro detalle que se le escapó al autor es el vestuario del difunto.
Los difuntos autopsiados no suelen vestirse, debido a que las supuraciones de
las incisiones de los forenses podrían manchar la ropa. En estos casos, el
cuerpo se amortaja con gasas y sábanas.
Vestuario de los personajes:
Cuando narramos situaciones que
se produjeron años atrás, el autor debe tener claro cómo vestía la gente en ese
momento. Vestir bien a un personaje le dotará personalidad y credibilidad.
Vamos a poner un ejemplo: 1980:
Toni, solía llegar a casa sobre las seis de la tarde, con el uniforme de los
escolapios hecho unos zorros. Su madre le recriminaba que el pantalón siempre
tenía agujeros en las rodillas y el jersey con el escudo de la escuela manchado
de barro.
Tendemos a pensar que los alumnos
de los colegios religiosos viten con uniforme, generalmente, un pantalón de
pinzas largo o corto, una camisa o polo blanco y un jersey azul marino. Los
escolapios suprimieron el uniforme hace más de ochenta años y, en su lugar, el
alumnado lleva una bata azul marino con rayas blancas.
Total acuerdo, Josep. A mí me molestan muchísimo los fallos de de documentación, hasta tal punto, que si los observo en una novela, dejo su lectura. En mi saga de Candela he pasado meses y meses viendo vídeos de los años 70. Tengo el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal de la época, amén de haberme tragado infinitos libros sobre la Transición, y eso que la viví. En tu novela La herencia de Jerusalén, se nota que tienes un amplio conocimiento de la Biblia, porque algunos pasajes que nombras los he conocido por ti.
ResponderEliminarTambién me molestan sobremanera los autores que, aprovechando el tirón de la novela histórica, eligen un periodo y meten en él a su personaje, aunque sea con calzador y no se toman la molestia, de imbuirle los valores de la época. No solo han cambiado las modas, sino el pensamiento y esto muchos no lo tienen en cuenta.