La risa, ese poderoso instrumento
de felicidad, es también la mejor medicina y el complemento vital perfecto para
que nuestro cuerpo funcione como un reloj. La risa mejora nuestro estado de
ánimo, refuerza nuestro sistema inmunológico, estimula la liberación de
endorfinas y regula el correcto funcionamiento de nuestro corazón. Reír forma
parte de nuestro día a día y es innegable que es una necesidad física.
He escuchado muchas veces la
expresión “me gustan los libros de llorar”. ¿En serio que a la gente le gusta
angustiarse de tal modo? Llorar provoca jaquecas, escozor de ojos y garganta,
nuestros ácidos estomacales se disparan y perdemos endorfinas. Entonces, ¿por
qué a la gente le gusta leer libros de llorar y los prefiere a los libros de
humor? Soy incapaz de encontrar una respuesta a esa pregunta, pero nadie me
negará que es una realidad.
En la literatura, el humor está
considerado como un género menor, de poco público y comercialmente ruinoso.
Únicamente han tenido cierta relevancia los libros de humor escritos por
celebridades. Es más, si todos hiciéramos una lista con los diez mejores libros
de nuestra vida, estoy convencido que ninguno de ellos sería de esta temática.
La capacidad de transmitir y
asimilar el humor está directamente relacionada con nuestro estado de ánimo y, en el caso de los lectores, la cuestión es la misma: una persona feliz,
predispuesta a reír, carcajeará antes que alguien que lleve el día cruzado. Por
ese motivo, lo que a alguien le hace mucha gracia, a otro le resultará
indiferente o falto de ella. Platón era lo que llanamente llamamos un
“malafollá”, un tipo sin sentido del humor, triste, solitario y deprimido. El
pensador solía decir que “la risa es un reflejo de la maldad y el disparate, un
artilugio para ignorantes”. Es una lástima que una persona que dedicaba su
tiempo al pensamiento, llegase a tamaña conclusión, pero que le vamos a hacer…
El escritor no dispone de algunos de
los elementos esenciales de la comunicación: La gesticulación, el tono de voz y
la expresión corporal, tres elementos que los cómicos utilizan como grandes
bazas. Los humoristas andaluces, con su manera de hablar, acostumbran a
transmitir mucho mejor la gracia; y si recordamos al mítico Eugenio, su
apariencia imperturbable, su temple, su cigarrillo, su cubata y sus pausas
escénicas, adornaban a la perfección todos sus chistes, incluso los malos. E
incluso el cómic, un género primo-hermano del humor, se sirve de las viñetas
para transmitir la comicidad de una historia.
Así pues, la conclusión es que no es nada fácil hacer reír
a todo el mundo. Para conseguirlo deberemos tener en cuenta una serie de
especificaciones.
Cómo hacer reír
El uso del lenguaje:
Se pueden explicar una misma
historia de maneras diferentes, de modo que hay que buscar la más idónea,
incluyendo palabrería, dando vida y personalidad a elementos inanimados, como
el tiempo o los objetos.
Puedo escribir:
a) Al
entrar a la desordenada habitación de su hijo, Hilario tropezó con el patinete
y perdió el equilibrio. Cayó de lado, dándose una terrible costalada.
b) Al
entrar en la leonera de su hijo, Hilario encontró en su destino al maquiavélico
patinete de su hijo. El artefacto era una trampa mortal para padres y el
desdichado progenitor se convirtió en una víctima de él. Su cuerpo se retorció
en el aire y cayó de costado, aplastando sus costillas contra el suelo.
El uso del taco:
Está permitido el uso del taco,
sobre todo en los diálogos, como recurso de apoyo. La palabrota o el insulto
nos puede dar ese plus que necesitamos, aunque no hay que ser soez ni abusivo.
Puedo escribir:
a) -
¡Mario, me has pisado! La madre que...
b) -
¡Joputa, me has pisado! Me cago en tus muelas...
Debemos hacer creíble el diálogo.
Habitualmente, las personas hacemos uso de los tacos como apoyo a nuestro
lenguaje habitual. ¿Por qué coartar a los personajes de esa espontaneidad?
El doble sentido y el juego
semántico:
Suelen llamarle humor inteligente
al uso del ingenio en la palabra para provocar la carcajada.
Veamos varios ejemplos:
El primero: El estado de indignación de Sor
Teodora iba en aumento, la congregación había decidido designarla como
responsable de la rifa de Navidad para donar los ingresos a cáritas. Lo que
podría considerarse un honor, para ella era una burla de las otras monjas.
Maldecía una y otra vez que la conociesen como “Sor Teo”.
Y el segundo: La elección de nuevos patrones
para algunos oficios está levantando ampollas. Parece ser que hay un
“graciosillo” suelto.
Los principales cambios han
llegado al sector de la Sanidad. El patrón de los médicos será, a partir de
hoy, San Ador. El de los enfermeros, San Itario y el de los psiquiatras, San
Atorio.
En la hostelería, los camareros
de la Costa estarán bajo la protección de San Gría, los guitarristas San Tana o
los humoristas, que estrenan como patrón a San Deces.
Incluso a los asesinos en serie
se les ha asignado un Santo que vele por sus actos y tendrán la protección de
San Guinario.
Los cambios llegan, incluso, a
Comunidades Autónomas, como el caso de Cantabria, donde La bien aparecida
dejará de ser la patrona, honores que ocupará a partir de ahora San Tander.
La descripción de un personaje:
Ridiculiza su aspecto o hazlo de manera exagerada, usando símiles acertados.
Era un matrimonio singular,
Helena tenía cara de pájaro y ese peinado encrespado le daba una apariencia de
cacatúa. Él era peor, esos ojos, esa nariz aplastada, esa boca alargada... Sin
duda su cara me recordaba a una lagartija. Por la cabeza se me pasó la idea de
cortarle la cola para comprobar seguiría moviéndose tras ser amputada. La idea
huyó de mi mente cuando apareció su hijo, el pobre muchacho era un híbrido de
cacatúa y lagartija...
El uso de palabras inventadas:
Hay que ponerlas entre comillas,
pero están bien aceptadas y ayudan a enfatizar el fin cómico.
Veamos un ejemplo:
El hijo de Juan era un
“hormonoide” de catorce años.
Hormonoide es una palabra
inventada pero es perfectamente comprensible en el contexto de la frase y su uso
incorpora un elemento humorístico.
Hacer partícipe al lector:
Una buena manera de atrapar al
lector es haciéndole protagonista indirecto de la historia, haciéndole
cómplice de ella. Es un recurso muy utilizado en monólogos y se usa para recordar al
espectador que todos hacemos cosas absurdas que pueden resultar graciosas a ojos de los demás.
Lo podemos ver en este ejemplo:
Quién no se ha encontrado alguna
vez sentado en un servicio público, víctima de un apretón incontrolable y ha
descubierto que no había papel. Miramos a ambos lados, buscando algún rollo,
revisamos nuestros bolsillos por si algún recibo de la Visa pudiese sernos de
utilidad. Descartada esa opción, asomamos la cabeza al retrete de al lado para
ver si en ese hay papel. El hombre de al lado nos mira con mala cara y nos
envía al mismo sitio donde estamos, ¡a la mierda!, a la gran mierda que no
podemos limpiar.
Temas recurrentes:
El sexo, las relaciones de pareja
y los religiosos, casi nunca fallan.
Técnicas de redacción:
La tensión cómica: Consiste en
incorporar continuamente y durante toda la historia, elementos que hagan reír
al lector, manteniéndolo atrapado.
La explosión final: Mantener una
neutralidad humorística en el texto para rematar la historia con un final
sorprendente y absurdo que provoque la carcajada.
Lo que no hay que hacer:
Nunca, nunca, nunca hagas burla de una catástrofe o de la muerte de nadie. Es de muy mal gusto y no hace gracia.
En conclusión, el autor de humor
debe sorprender al lector, dejarle con el culo en remojo (ano nadado) con su
ingenio, sin parecer soez, pero sin escatimar expresiones mundanas, aquellas
que siempre nos hacen reír.
Es posible que hayas leído todo
este texto sin ni siquiera sonreír, que hayas pensado que todo esto son
sainetes sin gracia; es normal y no debes sentirte mal, aunque tu salud puede
verse afectada. De hecho, un estudio de la empresa americana Kette Des. Co.
Jones, afirma que nueve de cada diez internautas han reído alguna vez estando
solos ante el ordenador. Si no quieres romper la estadística, lee de nuevo y atentamente el nombre de la empresa que hizo el estudio.
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